Hace un par de años un periodista experto en tele me mostró el vídeo sin sonido de uno de los aviones estrellándose contra Las Torres Gemelas y luego me preguntó qué pensaba al respecto. Además de las reflexiones lógicas sobre el fundamentalismo, lo triste del asunto, las víctimas inocentes, en fin sobre todo lo que ya se ha dicho más de una vez, tal como este periodista esperaba, me acordé de la frase cliché: Una imagen vale más que mil palabras.
Aunque no estoy de acuerdo con que esa sea una verdad absoluta, sí creo que se aplica perfectamente a muchos casos. En especial cuando se trata del cine y la tele. Hay historias que jamás podrían ser contadas de mejor manera que a través de las imágenes en movimiento.
Con esta idea en la cabeza, creo que Babel tiene un familiar más directo que sus películas hermanas Amores Perros y 21 Gramos, de la trilogía sobre la muerte de Alejandro González Iñárritu. El padre de Babel es el corto que González Iñárritu realizó para representar a México en 11’ 09’’ 01 – September 11, la recopilación de cortos creados por directores de diversas partes del mundo, que tienen como tema la tragedia del Wall Trade Center. La primera vez que vi ese corto rallé. Me impactó la forma en que midiendo el uso de uno de los videos más vistos en el planeta, podía volver a shockear como la primera vez, delegando el peso del corto en el poder de la imagen.
En Babel esta idea es palpable. El potencial de las imágenes es exprimido al punto en que la película se puede entender sin sonidos ni subtítulos. Lo que no significa que los excelentes diálogos y música, a cargo de Guillermo Arriaga y Gustavo Santaolalla respectivamente, sean prescindibles, sino que son complementos que ayudan a reforzar lo que las imágenes dicen por sí solas. Es paradójico que una película que habla de la incomunicación, sea capaz de comunicar con ese lenguaje universal.
Puede que esta no sea la cinta de González Iñárritu con las historias más atractivas o con la estructura narrativa más interesante, pero su mérito está en decir mucho sobre la situación actual del mundo a través de historias mínimas, que invitan más a la reflexión que a la emoción. Aunque igual nos encontraremos con más de una escena que nos pare los pelos, como la última toma de la cinta que está de lujo.
De lujo, están también las actuaciones, considerando que un amplio número de quienes participaron en la película no son actores profesionales, lo que le aporta a la cinta una crudeza muy en la onda del neorrealismo italiano. De los protagónicos, lograr que Brad Pitt no parezca Brad Pitt merece aplauso y demás está decir que Adriana Barraza, la nana mexicana, y Reiko Kikushi, la japonesa sordo-muda, son un tremendo hallazgo.
Según González Iñárritu, cada cierto tiempo se hace una gran película que marca la historia del cine y él espera ser el encargado de dirigir la próxima, con Babel confirma que puede darse el gusto de soñar con eso.
Aunque no estoy de acuerdo con que esa sea una verdad absoluta, sí creo que se aplica perfectamente a muchos casos. En especial cuando se trata del cine y la tele. Hay historias que jamás podrían ser contadas de mejor manera que a través de las imágenes en movimiento.
Con esta idea en la cabeza, creo que Babel tiene un familiar más directo que sus películas hermanas Amores Perros y 21 Gramos, de la trilogía sobre la muerte de Alejandro González Iñárritu. El padre de Babel es el corto que González Iñárritu realizó para representar a México en 11’ 09’’ 01 – September 11, la recopilación de cortos creados por directores de diversas partes del mundo, que tienen como tema la tragedia del Wall Trade Center. La primera vez que vi ese corto rallé. Me impactó la forma en que midiendo el uso de uno de los videos más vistos en el planeta, podía volver a shockear como la primera vez, delegando el peso del corto en el poder de la imagen.
En Babel esta idea es palpable. El potencial de las imágenes es exprimido al punto en que la película se puede entender sin sonidos ni subtítulos. Lo que no significa que los excelentes diálogos y música, a cargo de Guillermo Arriaga y Gustavo Santaolalla respectivamente, sean prescindibles, sino que son complementos que ayudan a reforzar lo que las imágenes dicen por sí solas. Es paradójico que una película que habla de la incomunicación, sea capaz de comunicar con ese lenguaje universal.
Puede que esta no sea la cinta de González Iñárritu con las historias más atractivas o con la estructura narrativa más interesante, pero su mérito está en decir mucho sobre la situación actual del mundo a través de historias mínimas, que invitan más a la reflexión que a la emoción. Aunque igual nos encontraremos con más de una escena que nos pare los pelos, como la última toma de la cinta que está de lujo.
De lujo, están también las actuaciones, considerando que un amplio número de quienes participaron en la película no son actores profesionales, lo que le aporta a la cinta una crudeza muy en la onda del neorrealismo italiano. De los protagónicos, lograr que Brad Pitt no parezca Brad Pitt merece aplauso y demás está decir que Adriana Barraza, la nana mexicana, y Reiko Kikushi, la japonesa sordo-muda, son un tremendo hallazgo.
Según González Iñárritu, cada cierto tiempo se hace una gran película que marca la historia del cine y él espera ser el encargado de dirigir la próxima, con Babel confirma que puede darse el gusto de soñar con eso.