La Película: Petróleo Sangriento
P.T. Anderson apostó por una historia en la que el poder revela las miserias de un hombre. Un personaje que mientras crece en lo económico se va autoconsumiendo de rabia, interpretado por un Daniel Day Lewis que nos entregó la mejor actuación del año. Por su parte P.T. Anderson se luce como director de actores y genera escenas indelebles en la memoria, en especial cuando hace interactuar a Day Lewis con Paul Dano, responsable de un personaje cuya complejidad está en que debe afirmarse a sí mismo constantemente. Un predicador que para justificar su existencia esconde sus debilidades a través del discurso. El antepasado del Frank T.J. Mackey de Magnolia.
Esos caracteres, sumados a una resquebrajada historia familiar, la degradación asociada al transcurrir del tiempo y planos generales acompañados de música minimalista que representan una grandeza vacía y seca, permiten lecturas desde múltiples flancos, que hacen de Petróleo Sangriento una película de repetición obligada que se acomoda en la repisa al lado de clásicos como Gigante de George Stevens.
Si Sin Lugar para los Débiles funciona es por el tino de estos hermanos. Los tipos saben exactamente qué desean provocar con cada toma y nos suben a una montaña rusa con pequeños clímax que nos mantienen en un juego constante de tensión.
Lo más notable de la propuesta es lo poco engrupida que es la película. Todo ocurre en un mundo doméstico, real, donde la muerte convive con el humor. Hay escepticismo, los personajes están motivados por el beneficio personal y el final deja la sensación de que todo es un gran caos. Los Coen son maestros en el efecto bola de nieve y acá se lucen a destajo.
El Guión: Juno
Tengo ideas encontradas respecto a esta película, por un lado es una cinta oportunista y posera que se apropia de la estética indie para ocupar el espacio que dejó Little Miss Sunshine el 2007, pero cuyos circuitos de distribución y parafernalia publicitaria son las de un blockbuster. Sin embargo, tiene un guión con diálogos ingeniosos y por momentos inspirados, los personajes se vuelven entrañables y todo lo que tiene de sobrecarga y majadería en lo visual, contrasta con la honestidad con que están representadas las emociones y el espíritu adolescente. Aún cuando la historia se cae por momentos en un afán panfletario, que no es necesariamente malo, pero que resulta poco elegante en la forma que está planteado, al final lo que queda son esos momentos de pura humanidad que nos recuerdan nuestros días en el colegio y nos hacen enamorarnos de Juno MacGuff.

Hice una fila de tres pisos para ver esta cuestión y sí, está bien la película, me gustó, pero eso, nada más. Creo que la cinta le debió mucho a la bulla mediática que se produjo por
el fallecimiento de Heath Ledger. Sin desmerecer su actuación que realmente es muy buena, me sorprendió que cuando apareció su nombre en los créditos la gente en el cine aplaudió.
La película al estilo de los westerns es sobre un bueno aproblemado y un malo, asquerosamente malo. También al estilo de los westerns por momentos la película se hace larga en sus escenas de acción y confusa en un montaje excesivo.
En fin, entiendo el entusiasmo de los fanáticos de la saga y reconozco la lograda ambientación y la excelente relectura del Guasón, el verdadero protagonista de la película, que de todas maneras se merece el Oscar.
La Chilena: La Buena Vida
En primer lugar valoro la valentía de escapar de la estructura típica de guión para arriesgarse con una historia coral anticlimática, en el sentido de no hacer converger a todos los personajes en un gran momento. Funciona. La película pasa volando y el relato resulta creíble y entretenido.
No dejo de tener mis reparos con la dicotomía que establece Andrés Wood entre cuicos y pobres, que ya planteó en Machuca. Los primeros son reprimidos, turbios y llenos de trancas, mientras los segundos son generosos, honestos y buenos. Por momentos eso le hace zancadillas a la historia, caricaturizando y deshumanizando a los personajes.
Pese a lo anterior, los personajes de Wood son empáticos y están insertos en una narración en la que se ven enfrentados a sus carencias para evolucionar y terminar convertidos en mejores personas, lo que genera una sensación reconfortante en el espectador.
Escenas como la del peluquero tratando de reconstruir el cadáver de su padre son las que han hecho a Wood un autor y un referente en Latinoamérica: la originalidad y la emoción en función de un buen cuento.
La de Monos: Wall – E
Hace algunos años decidí que las películas de monos eran para verlas en la tele si las pillaba por casualidad un domingo en la tarde en que no tuviera absolutamente nada más que hacer y en que el aburrimiento me estuviera consumiendo. Una decisión que reafirmé este año cuando sin opciones más tentadoras traté de ver en un avión esa tontera del Panda. Después de cinco minutos, me regaló un confortable sueño durante el vuelo.
En esa estaba, hasta que un día pillé en la tele la del ratón que cocina y la encontré simplemente no-ta-ble, los tipos de Disney-Pixar habían logrado hacer un manifiesto del proceso creativo y la vocación con la simplicidad de lenguaje de los monos animados. Eso me impulsó a ver en dvd la del robot y confirmó mi apreciación. Disney mantiene esa cualidad de tratar temas grandes con dibujitos para toda la familia.
Con el mínimo de diálogos y explotando las posibilidades visuales de la animación actual, en sus primeros minutos la cinta hace uno de los retratos más conmovedoras sobre el comienzo de una relación que se ha visto hace un buen tiempo en el cine, digna heredera de las películas mudas de Chaplin, para luego hacer una sátira (un poco gruesa, pero efectiva) sobre la alienación a la que nos conduce la comodidad y la dependencia tecnológica (paradójico en una película que le debe sus existencia a los computadores). Una obra maestra.
La que no se estrenó: Rocket Science
Una película chica que no llegó a los cines, que no encontré en los videoclubs y que finalmente vi en el cable. Es una producción de HBO con moral indie, sobre un adolescente tartamudo que tras la invitación de una chica se inscribe en el club de debate de su colegio para caer en un espiral de humillación y manipulación.
En una línea similar a la de Thumbsucker, la cinta funciona como una historia de aprendizaje y maduración. Pero a diferencia de la mayoría de las cintas sobre adolescentes en las que hasta los adultos actúan como púberes, acá las cosas son más reales. Cuando el protagonista se manda cagadas, son cagadas y no actos de heroísmo ni mitificación. Lo anterior se debe a que la película aún cuando está centrada en el cabro chico, está narrada con la altura de miras de lo que vendrá después, del futuro, del mundo post colegio, de avanzar y no quedarse pegado, lo que queda sellado en una escena final entre el protagonista y su padre con uno de los mejores diálogos que he visto
este año en una película.