Tuve la oportunidad de inaugurar la sección de columnas de opinión del suplemento Km. 0 de Publimetro en la edición que apareció la primera quincena de octubre de 2008. La versión en papel digital del suplemento.
Acá el texto:
Hace unos años la geisha chilena, Anita Alvarado, cantaba en una de sus peores-mejores canciones “La gallina pecadora”: “Dicen que dicen de mí, que soy una pecadora”. Más allá de sus dilemas de consciencia, la geisha nos conducía a una pregunta que puede resultar bastante reveladora: ¿Quiénes son los que dicen?
Es común escuchar afirmaciones como: dicen que esa película es increíble o dicen que en ese restaurante atienden pésimo. Hay quienes toman decisiones a partir de lo que “dicen”. No falta el que finalmente no invita a salir a la chica de sus sueños, porque dicen que es posesiva o el que no postula a un trabajo, porque dicen que el jefe es un torturador.
Insisto, ¿Quiénes son los que dicen?
También entre los que le creen al “dicen” están los que pasan un semestre de martirio por haber tomado el curso equivocado, que dicen es de lo más piola. O los que pagaron de más por unas zapatillas que se rajaron antes de tiempo, porque dicen que esa marca es la mejor.
Dicen, sí, todos dicen lo que otros dicen, pero ninguno dice lo que quiere decir.
En algún momento me la creí y llegué a pensar que el “dicen” era una invocación a un inconsciente colectivo, abstracto y difuso, pero siempre real. Hasta que me acostumbré a realizar el decepcionante ejercicio de preguntar: Ok, ¿Pero quiénes son los que dicen? Desde entonces, en cada caso no he recibido más que titubeos y salidas de emergencia: “bueno, eh… los críticos”. Incluyendo en esa categoría de respuestas la peor de todas: la gente. Cuando la gente dice, es una suerte de ley de oro. Independiente a que la gente sea un hermano o un vecino o más probable todavía, uno mismo.
Así es, creo que el “dicen” no es más que una manera de esconder con autoridad de papel maché lo que queremos decir, para no quedar de tontos, locos o ignorantes o peor aún para participar activamente en una conversación sin tener el más mínimo conocimiento de los temas en discusión, sólo para pertenecer al grupo y así formar parte de “la gente”.
El “dicen” es poderoso, muy poderoso, tanto que debiese ser un factor a tener en cuenta cuando se estudia nuestra economía. La vida de un producto puede depender del “dicen”. Antes de pensar en campañas, carteles y avisos, los publicistas deberían contratar personas sólo para que se encarguen de decir lo que otros dicen sobre sus productos, sería una revolución comercial.
Para qué hablar de lo que significa el “dicen” en términos de autoestima, si alguien escucha lo que otros dicen de ella o él a través de un tercero, el día puede ser tan magnifico como de pesadilla, todo por culpa de esa palabrita: Dicen, dicen, dicen y dicen. Y seguirán diciendo, por eso veamos qué dicen de esta columna.