Ambas publicadas en Rolling Stone.
Disco
Tejado Pimiento
La banda Tejado Pimiento me invitó a escribir un texto sobre su disco Sensación de verdad, para su book promocional. Acá va.
Sensación de verdad
Tejado Pimiento
Canciones enchufadas para días unplugged
En su producción más reciente, Sensación de verdad, la banda Tejado Pimiento hace temblar. No hay grados Richter ni escala de Mercalli y son más de “tres minutos de tensión”, como dice el tema que da nombre al disco. Son seis canciones que remecen y que generan una grieta entre ese cemento mal mezclado que conforman la verdad y la honestidad.
En lugar de imponer discursos o de tratar de posicionar un estilo, Tejado Pimiento se deshace de ellos, acá no hay verdades, si no que exploración, un ejercicio de aventureros que guiados más por el instinto que por una brújula o los mapas impuestos, construyen su propia travesía a través de versos que intentan explicar el sentido de los acontecimientos que viven los personajes que se aparecen en las líricas.
Desde la curiosidad más visceral logran exponer el descontrol que hay sobre la vida y sus circunstancias, para que al momento de detenerse a mirar el presente, el viaje esté valiendo la pena.
Un mensaje coherente con una banda que ha optado por el camino largo, el difícil, el de hacer canciones que se que te quedan pegadas en la cabeza y que aspiran a hacer tararear estadios, pero con contenido, con arreglos musicales jugados, con cambios en el ritmo y con solos de guitarra que a ratos parece que fueran una segunda voz y que forman parte de la misma exploración.
La vocación masiva en canciones oreja, concebidas con la sincera aspiración de quedarse en la memoria, pero con la prolijidad del pop perdurable, se funde con esa melancolía de lo cotidiano, que se aparece en el metro lleno, en las calles repletas, en los pasos acelerados y en los días contra el tiempo.
Nicolás Emden como narrador, Gonzalo Eyzaguirre en la batería, Cristián Mendeville a cargo de la guitarra eléctrica y Camila Atria en el bajo, en Sensación de verdad, consiguen con pura honestidad, un puñado de canciones que nos enchufan con los sentimientos que tratamos de mantener unplugged.
Comentario Disco: “The Sunset Tree” – The Mountain Goats .
En una ciudad en ruinas sólo se escucha una voz. El hombre lleva una guitarra y camina entre los escombros y cadáveres, cantando: “I’m gonna make it through this year/ if it kills me.” Sin embargo, no le canta a los vestigios, ni al vacío, ni al cielo, ni al infierno, ni a ese único árbol que queda en el lugar, esperándolo al final de su camino, para que descanse.
No, sus versos tienen un único destinatario, Mike Noonan, su padrastro, quién encarna también a sus recuerdos, a su infancia en California, a su primera novia, a los llantos de su madre, un poco a él mismo. A ese niño de 5 años que se refugiaba en la música de su radio a pilas cuando su mamá y Noonan discutían, un pequeño John Darnielle que comenzaba a llenar su cabeza de personajes, de un imaginario que iría en amplio aumento a lo largo de los años hasta convertirse en canciones inspiradas, con líricas cercanas a lo literario.
Personajes que conoció alguna vez o que se inventó, que en este disco, Darnielle, voz, guitarra y alma de The Mountain Goats, deja un poco de lado, para crear un material personal, que nace tras la muerte de su padrastro como un ejercicio terapéutico, pero que termina emocionando a muchos. En este proyecto lo acompaña en el bajo Peter Hughes, su colaborador habitual, más una banda que incluye piano, batería, teclados y cello, conformando un sonido sencillo, que acompaña a las letras, dándoles el realce necesario, para ser apreciadas en toda su magnitud.
Tal como existen las feel good movies, esas cintas que después de verlas te hacen sonreír, acá nos encontramos ante un feel good record, un disco que te invita a volver a creer en la esperanza, en la acumulación de experiencias como la materia que conforma a los seres humanos y en el valor de la memoria como refugio. Cada track es como una colección de polaroids que se va desplegando ante nosotros, con olor a brownie y a capuchino.
Aún cuando el disco funciona como un conjunto, destaca por su intensidad “Dilaudid”. En este tema el fantasma de Eleanor Rigby se pasea bailando entre el cello en crescendo, mientras la voz nasal y desesperada de Darnielle, pide un beso, sólo un beso por Dios, un beso con la boca abierta a su chica de los 16 años, antes de que todo se vaya al carajo, para luego regalarnos unos segundos de silencio que nos preparan para recibir el impacto de “Dance Music”, una melodía alegre que contrasta con la historia de violencia intrafamiliar que relata la letra. Así el disco se va amalgamando, generando un cúmulo de sensaciones que despiertan nuestros propios recuerdos.
The Sunset Tree es un disco profundo en su sencillez, que mantiene la honestidad y el amor a la música en su esencia más pura, como los casetes caseros que Darnielle grababa en su Panasonic FT 500.
Más allá de lo musical, la razón por la que hay que escucharlo, es por su espíritu, estamos ante un trabajo que no aspira a cuestionar la forma, ni a cambiar la historia de la música con algo súper ultra híper novedoso, sino que simplemente nos encontramos con canciones llenas de corazón.
John Darnielle sigue caminando hacia el árbol, en el suelo se encuentra con una vieja edición del New Yorker, lo hojea, en una página aparece mencionado como el mejor letrista no rapero, se ríe, deja la revista en el cemento y continúa su camino.
La sombra del árbol que lo espera está cada vez más cerca, mira hacia atrás, no hay más que una gigantesca nube de polvo, decide no volver a detenerse, se acomoda bajo la sombra de su Sunset Tree y buscando la mirada cómplice de su padrastro en algún lugar del infinito, proclama lo que nos dejó claro en este disco: “Some things you do for money /and some you do for love love love”.
Comentario Disco: “Nudo Ciego”.
El proyecto de Valdivia es un riesgo en términos comerciales, pero llega a la esencia de la misión que tiene la música: ser escuchada. Aún cuando esto se presta para un largo debate, resulta valiosa la búsqueda de nuevas plataformas para dar a conocer la creación musical, ya que a partir de riesgos como este, se pueden abrir cada vez más oportunidades de distribución para la música.
Muchos asociarán a Andrés Valdivia con ‘Encontrar’, canción principal de Departamentos Vacíos, soundtrack de la película Se Arrienda, de Alberto Fuguet. Un tema que nos reveló a un cantautor introspectivo, triste y existencialista. Sin embargo, en Nudo Ciego, aunque la tristeza es constante en la atmósfera del disco, es una tristeza agridulce, que se esconde a ratos en guitarras alegres sacadas del folclore chileno, que luego de ser raptadas y mezcladas con sonidos urbanos, crean un universo indefinido y, por lo mismo, original, que acogerá letras menos oscuras e introspectivas que se alejan del cuestionamiento personal, para hablarle a una chica o simplemente para reflexionar sobre temáticas que preocupan a Valdivia, como la violencia.
Destacan en el disco dos canciones. Por un lado, ‘Vulgar’, quizás la más oscura y melancólica en su melodía y una de las más potentes en su letra: “Y es tan vulgar/ ser joven y estar muerto/ y al final sigo estando donde partí/ tan lejos de ti”. En ‘Intruso destino’, por su parte, Valdivia se arriesga en hacer una narración, contándonos la historia de un condenado a muerte. Esta exploración quizás sea el primer paso para descubrir a un cantautor que se distancia de lo tradicional y que además de hablar de amor es capaz de contar buenas historias. Esperemos que sea así.
La interpretación de los instrumentos a cargo del mismo Valdivia, es precisa, especialmente en el dosificado uso de la percusión, lo que hace de este un disco agradable, sin gran experimentación ni giros fortuitos, con canciones pegajosas y altamente tarareables.
Puede que Jack White, siga pensando que Internet va a significar la perdición de los músicos, pese a que las estrellas de radio y de videos siguen respirando. Sin embargo, los que sólo queremos escuchar, escuchar y escuchar buena música, de seguro agradeceremos que un cantautor o una banda quieran compartir su trabajo con nosotros, como Valdivia, cuyo disco puedes bajar en http://www.craneoproducciones.cl/. Si te gusta o no, ya es tu decisión.
Comentario Disco: “Niñoboy”.
Espinillas, jockey con malla atrás, una cadena colgando del pantalón, el skate deslizándose por Providencia y en los audífonos voces limpias cantan sobre amor y encontrarse a sí mismo. Niñoboy, en su placa homónima, nos trae kilos de hormonas adolescentes saltando sin parar. Canciones desesperadas, igual que un púber con mucho que decir, pero que todavía no tiene claro cómo controlar el flujo de ideas que reverbera en sus neuronas tratando de escapar.
El sonido de Daniel, Bruce, Pondie y Tosh es el eslabón perdido entre un disco indie de rock melódico que roza con lo experimental y una banda pop que desea estar en los primeros números de las radios juveniles. Lo que lleva a recordar una propuesta como la del disco debut de Glup!, quienes como ya es sabido optaron por el segundo camino, con un resultado irregular. El mismo camino que por el momento se hace más patente en las melodías y líricas de Niñoboy.
No cuesta imaginar un poster de estos chicos en piezas de escolares, un video colorinche filmado en digital circulando en los canales de música y un montón de groupies dedicándoles poemas en sus blogs. Es un disco que si logra la suficiente circulación puede convertirse en un indispensable de esos púberes que exigen una música más inteligente al pop, pero que no desean algo más allá de canciones pegajosas con letras que les lleguen. Desde esta perspectiva, ‘¡Grita!’, primer corte del disco, lo tiene todo para convertirse en un hit.
El material fue grabado y producido de modo casero, lo que le da una dosis de soltura y originalidad, sin embargo a veces se sale de control con algunos excesos de distorsión que ensucian el sonido. Esto último evidencia a una banda que todavía está probando opciones estéticas en sus composiciones, por lo que aún tienen pendiente terminar de calibrar su música e identidad. De todos modos, estamos ante un primer LP que nos advierte de un grupo al que le queda mucho por gritar.
El CD continúa girando, el viento choca contra su cara, está tratando de olvidar, pero por más que lo intenta el skater no deja de odiarse. Se detiene unos segundos, exhala profundo, su polola lo pateó en la mañana, adelanta el disco hasta el track 9, empieza a sonar ‘Kangarú’, vuelve a exhalar y mientras las ruedas se mueven por inercia, corea: “Soy un libre pensador, sí / soy democratizador / soy un auto represor, pero sigo siendo un tonto huevón”.
Comentario Disco: “Yo odio a las Jonathan”.
Las Jonathan
– Tres minas haciendo música.
– ¿Qué? ¿La decimotercera generación de Supernova?
– No, buena música.
Luego de sus dos singles (“Jonathan” (2004), “Estados Alterados” (2005)), Las Jonathan debutan con su primer larga duración “Yo amo a las Jonathan”, distribuido por Cápsula Discos. El sonido de Ale, Susana y Rusia, goza de una frescura vintage, combinación de melodías retro como sacadas de Pulp Fiction con voces poperas que se pasean por los territorios del punk.
Aunque no se definen específicamente como feministas, estas chicas desde el más sincero rock de garage, vienen con todo el girl power al que las bandas pop aspiraron y nunca pudieron alcanzar. Así, lo más destacable de su repertorio son los temas en que asumen su postura de minas rockeras y a partir de ese rol elaboran versos de pura verdad, como: “Porque la vida no es una película en la que siempre sabes qué decir y cómo reaccionar…”, del track “Necesito una canción”, uno de los más potentes del disco.
El punto débil del LP aparece cuando las muchachas, acudiendo a sus pasados punketa (“Día 14” Susana y Rusia; “Pendex” Ale), se alejan del mundo de los sentimientos y prueban con líricas contestatarias que no dicen nada que otras bandas no hayan proclamado antes hasta hartarse, así canciones como “La Mano” o “Agua en aguas”, se pierden en un trabajo que ya tiene suficiente peso en su original sonido y en una actitud lúdica que se agradece.
“Yo odio a Las Jonathan” es un material entretenido, ideal para bailar con tu chica, aún así algunos tracks te golpearán profundamente donde más duele y desearás que jamás te digan: “Si no vas a estar dímelo ahora… En este mundo no cabemos los dos”. También es una invitación excelente para que las quinceañeras tiren al tacho sus Cd’s de Avril Laringe y descubran donde está la verdadera actitud rockera. A las Jonathan, es difícil odiarlas.