Versión original y extendida de la columna publicada el viernes 2 de septiembre de 2016 en el diario La Segunda de Chile.

«Si los niños ven a un personaje que tiene un discurso discriminatorio contra las minorías y que los hace a ellos sentirse vulnerables, rompe con las expectativas de lo que se requiere de un futuro gobernante. Por qué, por ejemplo, un niño soñaría con ser presidente, si uno de los caminos posibles es ser como Trump».
Por Enrique Núñez Mussa, Profesor Facultad de Comunicaciones UC
Un diario chileno replicaba un artículo de La Nación de Argentina que se cuestionaba cómo explicarle Donald Trump a los niños y reproducía las preguntas que hijos estadounidenses de familias latinas le hacían a sus padres. Tan lógicas que estremecían. Reflejaban el temor a dejar su país y tener que cuestionarse cosas que nunca se habían planteado. Un primer acercamiento a que la realidad que daban por segura no era tal.
Los niños son una audiencia difícil, porque exigen respuestas racionales que exponen las contradicciones de la situación política sin matices. La nominación del candidato del Partido Republicano, obliga a los padres como narradores a darle sentido a ese relato, lo que resulta conflictivo, porque significa reconocer la fragilidad de los símbolos políticos que dan cuenta de la salud de una democracia.
Se ha estudiado en Estados Unidos que el rol de Presidente de la República tiene un liderazgo simbólico, es una figura ejemplar en quién los votantes depositan expectativas sobre su carácter y conducta moral, que dan cuenta de su capacidad para dirigir la nación. Un estudio clásico arrojó que los electores buscan en un presidente que sea la combinación entre un héroe y un amigo.
En un país con una democracia sana, que cuenta con legitimidad, es decir cuyos miembros consideran que es el sistema adecuado de gobierno para ellos y por ende actúan acorde a sus procesos, un candidato que llega a la última instancia de la elección, se espera tenga los méritos para ostentar el liderazgo simbólico que exige el rol.
Si los niños ven a un personaje que tiene un discurso discriminatorio contra las minorías y que los hace a ellos sentirse vulnerables, rompe con las expectativas de lo que se requiere de un futuro gobernante. ¿Por qué, por ejemplo, un niño soñaría con ser presidente, si uno de los caminos posibles es ser como Trump?
El candidato exige a los padres explicar el sistema democrático con sus méritos, pero también reconocer en esa explicación sus falencias. Como las historias son la mejor herramienta que tiene el ser humano para explicar y entender un conflicto, los padres deben convertirse en narradores y usar metáforas que ayuden a simplificar la situación.
Ese ejercicio demuestra que los niños acentúan el sinsentido que ha significado el personaje para todos los públicos. Los adultos nos hemos encontrado buscando la misma explicación en la prensa. En esta elección, más que nunca, el periodismo ha tenido que dotar de sentido a la realidad a través de sus narraciones.
Los periodistas han usado las mismas estrategias que un padre o una madre con sus hijos. Sobre todo, desde que Trump alcanzó la nominación, la prensa ha tenido que desarrollar historias cuyo objetivo es dar cuenta de que este candidato es una anomalía dentro del sistema democrático. De esa forma, por ejemplo, se le ha comparado con un virus que enferma a un cuerpo saludable.
Estados Unidos es un país que ha logrado hacer sentido de su diversidad étnica y racial a través de las historias. En lo que queda de elección, es el momento de que la prensa trabaje con el recurso de mostrar antes que contar, para contrastar el discurso de Trump y presentar las realidades pendientes como la integración de los latinos y de los árabes, y su sentimiento hacia el país.
Es también la oportunidad de ayudar a los padres a explicarles a los hijos quién es Trump, más allá de lo inmediato, cuestionándose por qué quiere ser presidente. De qué manera se relaciona este hombre con el poder; y mostrarle a los niños que pese a que la democracia puede tener falencias, también les da a los ciudadanos la oportunidad de ser los héroes de la historia, porque con el acto de asistir a las urnas a votar, se puede vencer el virus.