Fact Checking UC Elecciones Presidenciales 2017

En la Facultad de Comunicaciones UC, me tocó liderar como profesor y editor la verificación a las afirmaciones de los candidatos presidenciales durante la campaña y el debate ANATEL de primera vuelta.

El resultado se publicó en T13.cl

Acá pueden encontrar la verificación a la campaña. 

Acá pueden encontrar la verificación al debate. 

Columna que escribí y se publicó en T13.cl con la principal conclusión obtenida tras esta experiencia:

Más exigencia a los comandos

Por Enrique Núñez Mussa, Profesor Facultad de ComunicacioNES uc

El ejercicio de chequeo a las afirmaciones de los candidatos presidenciales durante la campaña y el debate Anatel, que llevamos a cabo con estudiantes de Periodismo en la Facultad de Comunicaciones UC, nos permitió percibir problemas en los que será relevante trabajar para evolucionar en la calidad de nuestra política.

Al aplicar la metodología de proyectos de referencia en verificación de datos como Politifact, se les permitió a los comandos transparentar las fuentes de los datos entregados por sus candidatos en cada afirmación. Hago énfasis en la palabra permitió, porque se trataba de una oportunidad para que los comandos pudiesen fundamentar los discursos de cada aspirante a La Moneda, evidenciando fuentes certeras para llevar a cabo un proyecto país.

Aunque hubo comandos con mejor disposición que otros, la reacción mayoritaria fue como si estuviesen ofreciéndonos un servicio. Arguyendo problemas de tiempo o con explícito enojo, no contestaron o evadieron entregar la información. Otras veces, lo hicieron sólo tras una intensa insistencia o para ayudar con la tarea. Rara vez con la comprensión de que, en realidad, a los que se les ofrecía una oportunidad era a ellos. 

“Aunque hubo comandos con mejor disposición que otros, la reacción mayoritaria fue como si estuviesen ofreciéndonos un servicio. Arguyendo problemas de tiempo o con explícito enojo, no contestaron o evadieron entregar la información”

ENRIQUE NÚÑEZ 

Para un ejercicio como éste, no dependíamos de los comandos para levantar la información, podíamos rastrearla a través de caminos alternativos que serían explicitados en los artículos. Si bien estábamos actuando en el rol de perros guardianes del Periodismo, fiscalizar a la autoridad no es sinónimo de “pillarla”, sino de exigirle que esté a la altura de la sociedad que planea dirigir. Cuán ideal sería por el bien de nuestro país que un ejercicio como este impulsara a que los políticos fuesen más creíbles y presentaran información lo más ajustada posible a la realidad de Chile.

Al observar una cultura en que los comandos consideran que les hacen un favor a los estudiantes de Periodismo al contestarles el teléfono, se evidencia su escasa costumbre a ser fiscalizados, lo que implica que sus estándares no son los de esa evaluación. El celo por controlar el mensaje, se hizo patente a través de reclamos, incluso cuando accedimos a fuentes que dejaban a sus candidatos como creíbles.

Esperamos con este tipo de ejercicio avanzar en construir una práctica que lleve a los comandos a trabajar con umbrales altos de exigencia al escoger los datos con los que pretenden hacer una radiografía del país y elaborar propuestas. Por ahora, nos enfrentamos a dos que construían afirmaciones desde Wikipedia, como también, con contadas excepciones, a un uso pobre de fuentes primarias, tanto en su origen, selección e interpretación. 

Un comando, el equipo que sueña con construir un país junto a un candidato, debiese contar con investigadores que sean capaces de entregar un panorama del país y sus problemas, lo más certero posible. Un ejercicio de verificación como este, no sólo pone en juego la credibilidad de los candidatos, sino la capacidad de sus equipos de presentar problemas y concebir soluciones para Chile.

Es también una alerta al periodismo diario, que requiere trabajar también con fuentes primarias y no depender sólo de la cuña del día, para contra preguntar con información que exija más a quiénes deben responder los cuestionamientos.

 

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Sobre la desconexión entre la industria y lo que se estudia sobre comunicaciones en las universidades

Publicado en Medium el 7/04/2017

El artículo del Poynter, firmado por Nikki Usher y titulado: “¿A alguien le importa la investigación en Periodismo? (En serio)”, asume la defensa de los profes, ante las críticas de quiénes ejercen el oficio periodístico y consideran que la investigación no está aportando cambios a la industria.

Comparto algunos puntos respecto a que efectivamente hay facultades y escuelas que hacen un enorme esfuerzo para la divulgación de su trabajo a audiencias más amplias que el círculo de pares investigadores. Pero creo que aún no es suficiente y a la vez entiendo las limitaciones.

Tener una estrategia y cuerpo profesional que se haga cargo de esa difusión es un lujo y habla de una universidad que entiende el valor social que tiene ese vínculo como también el rédito para el valor de marca de la institución, pero no todas las escuelas consideran ese costo económico prioritario o no cuentan con los recursos, dejando en manos de sus investigadores la responsabilidad de hacer la gestión comunicacional de su trabajo, muchas veces sin contar con el tiempo, ni los contactos, ni la experticia.

La iniciativa del docente es fundamental, pero para tener un impacto significativo requiere que las universidades consideren que su investigación debe llegar de forma directa a la comunidad y decida invertir en eso, para así entregar el soporte y logística que implica salir a hablarle a la sociedad, incluyendo la traducción a códigos masivos.

Que los profesores hagan su propia divulgación usando sus redes sociales, por ejemplo, es un aporte, pero es complementario. Excepto casos particulares como los Jeff Jarvis del mundo, es difícil que puedan alcanzar el impacto que ofrecen otros medios de comunicación masiva.

También hay un tema que no está tratado en la discusión que es clave: el aula. Eso sí creo que es responsabilidad individual de cada investigador que hace docencia y de las escuelas en su capacidad de construir currículos coherentes.

En muchos casos son los investigadores quiénes en una sala de clases traspasan conocimientos profesionales a quiénes luego formarán parte de la industria, ya sea en cursos teóricos, prácticos o teórico-prácticos.

Si el enfoque de la carrera de comunicación que se está construyendo tiene un perfil profesional, es decir busca que sus egresados hagan una práctica en la industria para considerar que tienen las habilidades para titularse y desempeñarse en el campo laboral; y sus cursos se centran en mayor medida en entregar esas competencias, es necesario y me atrevo a decir requisito que el docente que está en la sala sea capaz de construir los puentes entre el mundo de la investigación y el ejercicio práctico.

En el caso de los cursos teóricos, además de traspasar autores, desde aspectos tan básicos como el consumo activo de medios que permita refrescar el conocimiento teórico con ejemplos de la contingencia que resuenan en la experiencia cercana del alumno, que comparte con el investigador el rol de consumidor de medios, pero con una inocencia o menos herramientas de análisis profesional que las del docente, desentrañando los procesos profesionales que definen productos, rutinas o culturas que son susceptibles a ser objetos de investigación. También con investigadores conscientes y al tanto del aterrizaje práctico que tendrán los conocimientos entregados en los cursos siguientes que enfrentarán los alumnos.

En el caso de los cursos prácticos y teórico-prácticos, es donde creo que existe la mayor deuda y donde se establece una brecha entre ambos mundos, en las universidades donde se genera investigación. Si un curso requiere ejecución el desafío es sustentar con lo que aporta la ciencia de las comunicaciones las decisiones que se toman en el ejercicio práctico y apoyarse en esa ciencia para no acudir a las arbitrariedades y rutinas que la investigación estudia y suele criticar a la industria. Sólo un ejemplo, si trabajamos con pauta periodística, no podemos dejar de lado hablar de agenda setting, de framing, de audiencias, del aporte y relevancia social que tiene elegir un tema y cómo lo contamos, es en las clases donde hacemos el ejercicio práctico de la pauta, cuando las teorías creo también debiesen ser recordadas y mencionadas.

También clave, considero es que las investigaciones impregnen el currículo. Que las escuelas no sean como Carlos Caszely y sí estén de acuerdo con lo que piensan. A nivel estructural con un currículo que sea acorde a las líneas de investigación de sus académicos, y que los profesores hagan uso de las investigaciones que se generan en sus escuelas para informar sus clases. Lo que creo incluye a los docentes de un perfil profesional o no investigadores, pienso que hay una responsabilidad compartida entre el profesor y la escuela de que se genere en el aula a través de ejemplos, el diálogo y también un cuestionamiento consciente e informado entre la experiencia profesional y los resultados de la investigación académica.

La universidad como espacio donde se actualiza el conocimiento tiene a través de sus clases un vehículo para presentar los casos de estudio de las investigaciones como herramientas para aterrizar la teoría a los estudiantes. Dentro de la sala hay una enorme posibilidad de dotar de sentido a ambos mundos y de establecer los nexos necesarios para que los estudiantes sean capaces de ver las conecciones, de descubrir las propias y también de advertir contradicciones que ayuden a empujar los límites de exigencia a la investigación y a los conocimientos que se entregan en el establecimiento.

La lista de títulos multipropósito

Colega editor, yo se que Ud. necesita clics y que tener títulos ingeniosos, creativos, con valor periodístico y además atractivos, todos los días, en sus redes sociales es casi tan difícil como pedirle pautas con las mismas características. Por eso, para que no se complique, aquí una lista de títulos multipropósito para que no se siga esforzando tanto:

  • Mira lo que le pasó a…: Aplicable a todo. El rango varía desde una mantarraya bailarina en monopatín que le hizo fotobomb a un periodista en cámara, hasta un periodista en monopatín que le hizo fotobomb a una mantarraya que estaba haciendo un despacho. Todo vale. En un mal día se sugiere agregar: No creerás lo que le pasó a…
  • El asombroso cambio de…: Transformaciones de toda índole, gordos en flacos, hipopótamos en ornitorrincos, etc. En un mal día se sugiere agregar: ¡Te sorprenderá!
  • Mira cómo está ahora: Estrella infantil de hace diez años, verificar si es mayor de edad, revisar su Instagram y compartir fotos. También aplicable a individuos captados caminando por la calle cuyo aspecto esté en considerable decadencia.
  • Las sensuales vacaciones de (modelo de la televisión): Tres fotos de Instagram en traje de baño. #PULITZERSEGURO
  • El imperdible descuido de (nombre de famosa) en (evento al aire libre, de preferencia alfombra roja): Calzones. #PULITZERYPERIODISMODEXCELENCIAJUNTOS
  • El peor día de…: Personaje televisivo comete un error en cámara. Embeber tres tuits con críticas.
  • La (agregar adjetivo a gusto, pero se sugiere «acalorada») polémica entre (da lo mismo, tienen que trabajar en la tele y haberse dicho algo): Se sugiere agregar dos tuits a favor de uno, dos a favor de otro, y uno chistoso.
  • Los mejores memes de (elegir evento): Sólo el titular y los memes, para qué complicarse. No es necesario que de verdad sean «los mejores», con diez basta.
  • El (usar adjetivo a gusto) gesto de (elegir personaje) por (elegir causa social):Ejemplos: el tierno gesto de un padre por los zurdos (señor vestido de mano izquierda); el atrevido gesto de los manifestantes por el derecho a usar cotonitos (manifestantes se limpian las orejas caminado por la calle).
  • Sabías por qué…: Aplicable a hábitos alimenticios, del sueño y a productos en desuso.
  • Los personajes de (elegir dibujo animado) dibujados como (elegir otro dibujo animado): Buscar fan-art de monos Disney como súper héroes y publicarlo.

Trump: la prensa, la narrativa y lo que queda por contar

Publicado en El Mostrador el 29 de Julio de 2016. 

Por Enrique Núñez Mussa, Facultad de Comunicaciones UC

En una elección democrática, los candidatos, periodistas y electores, entran en un triángulo de agendas en competencia y, por ende, de narraciones que intentan dominarse entre sí. Varios estudios empíricos han advertido que en periodo de elecciones los votantes perciben el mensaje de los candidatos con atención selectiva según sus afinidades, afiliación y prejuicios.

Por lo tanto, los electores suelen ser menos críticos respecto al discurso de “su” candidato, ven con facilidad sus virtudes y detectan defectos en el rival. En el caso de los votantes indecisos, su llegada al candidato tiende a ser por el que sienten más afinidad desde el carisma, para aproximarse luego a sus ideas. En ambos procesos, usando conceptos de Aristóteles, el pathos, la reacción emocional al discurso, y el ethos, que da cuenta de la credibilidad del narrador por su carácter, anteceden al logos, que implica la ponderación lógica de los argumentos.

Es una situación a la que se puede aplicar el paradigma narrativo del profesor Walter Fisher, que indica que los seres humanos procesamos la información a través de historias y que los individuos adoptarán la narración que tenga una coherencia interna que se ajuste de mejor forma a sus creencias previas. Las historias están estructuradas para generar un efecto en las emociones del receptor. En ese escenario, uno de los factores que ha influido para que Donald Trump logre la nominación como candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, fue que utilizó una herramienta narrativa para apelar a los electores.

Su relato hace una interpretación oportunista de hechos como la masacre de Orlando, para, desde la amenaza aparente, construirse como un héroe de carácter firme que defenderá al país. Es un discurso que intenta evidenciar una nación de cristal, llena de amenazas, que requiere ser fuerte nuevamente. Para hacerlo se apoya con imágenes que representan su aparente poderío y capacidad, como la de un gran muro para separar a Estados Unidos de los inmigrantes, cuya única frontera pertinente es la de lo mítico y la megalomanía.

El escritor Carmine Gallo, en el libro The storyteller’s secret, explica que uno de los mecanismos efectivos para generar empatía al construir un relato, es identificar a un antagonista que se opone al avance o que amenaza la estabilidad del protagonista. Ese antagonismo conduce a que personajes disimiles puedan unirse en función de protegerse de la amenaza. Esa estructura dramática clásica, provoca incertidumbre y el deseo de mantener las cosas como están o de recuperarlas. Las sociedades experimentan esas incertidumbres cuando se enfrentan a crisis, por ejemplo, un ataque terrorista cuyo objetivo comunicacional es producir ese efecto.

Trump, en el discurso tras su nominación por el Partido Republicano, intentó aunar voluntades de votantes duros e indecisos inventando una crisis de seguridad y atribuyéndosela a un enemigo común. Qué más fácil que convertir en antagonistas a quienes no tienen el acceso a los medios ni la influencia para contar su propia historia: las minorías.

Convirtió a la inmigración en una figura abstracta y lo suficientemente amplia, para que los electores le den la forma que deseen en sus cabezas, cargada por prejuicios ignorantes, que suscitan una cadena de malos entendidos, que enturbian y contaminan la realidad. Transformando a quienes buscan refugio en sinónimo de terrorismo o en una bestia de película de acción que desintegrará el orden, para atentar contra la peligrosamente invocada seguridad nacional.

Esa es la estructura dramática que subyace a la teoría realista, que ve al hombre desde una perspectiva hobbesiana, y que desconfía de las instituciones y los acuerdos para mantener la seguridad del Estado ante una situación de alerta permanente. Acá gana el que se defiende mejor, sin respetar la filosofía de los tratados, la confianza en los organismos establecidos y el diálogo, que sostiene la teoría liberal, y que fue fundamental para mantener el equilibrio entre naciones durante la segunda mitad del siglo XX. La misma visión que el candidato Trump tiene para sustentar sus ideas de política exterior y que ha ejercido al interior de su partido para conseguir la nominación.

Él se aprovechó del proceso de personalización de la política, utilizando sus años de exposición mediática para imponer su carisma y carácter, infiltrándose en la estructura de partidos como un virus que la descompone. Trump deja a un lado los ideales que fundaron el Partido Republicano y, en su lugar, se aprovecha de las divisiones dentro de la colectividad para avanzar.

Fue un narrador capaz de identificar los prejuicios de un sector de su electorado para construir a partir de ahí un relato. Una historia con coherencia interna, pese a no tener consonancia con lo que ocurre al exterior de los márgenes de su discurso. Es el miedo en respuesta a la amenaza, lo que puede llevar a los menos críticos de sus electores a asimilar las correlaciones espurias de Trump para mantener a salvo al país, y es una lealtad emocional al partido, la que puede llevar a los republicanos detractores a apoyarlo.

Una idea que puede servir para entender la preponderancia de este vínculo entre emocionalidad y razón durante la campaña, está en los nuevos hábitos para consumir contenidos. Las redes sociales se han vuelto un canal de distribución en que el usuario interactúa con la información desde el pathos. El usuario no solo comparte y comenta los contenidos de política, sino que en una plataforma como Facebook indica también si le gustan, le encantan, lo divierten o lo enfadan, entre otras reacciones que fueron añadidas este año; mientras en Twitter, la estrella que permitía marcar un mensaje como favorito, se convirtió en un corazón.

Trump, que fue presentado como un personaje de comedia por la visionaria y desaparecida revista de sátira política Spy a fines de los 80, que lo calificó como un vulgar de dedos cortos, entendió en las primeras etapas de la campaña que podía aprovechar la emocionalidad a su favor, a través de la provocación, para posicionarse en la agenda periodística. Los medios se fueron paulatinamente dando cuenta de un avance que parecía delirante, hasta que a la revista Time no le quedó otra que anunciar que habría que lidiar con él, con el titular: “Deal with it”.

Desde la perspectiva de un periodismo público, en el que la prensa es entendida como un actor importante para dotar de sentido a la realidad y fiscalizar al poder para mantener una democracia sana, su rol puede ser fundamental en los últimos meses de campaña, los más influyentes para el electorado. Si bien la prensa no es la única responsable, ya que es solo un actor más, puede aún asimilar la emocionalidad en la cobertura de la campaña y encauzarla para que los electores puedan entender las consecuencias de su decisión al votar.

John J. Pauly, en un ensayo en el libro The idea of public journalism, publicado en 1999, distinguía con preocupación tres corrientes paralelas: un periodismo basado en los datos, otro en la narrativa y un tercero centrado en generar conversación pública. Su llamado era que debían integrarse, que los lectores hacían sentido de la realidad desde las narraciones y que era necesario que el periodismo más duro, centrado en datos, aprendiera de los contadores de historia y sus habilidades para construir estructuras dramáticas.

Ese llamado puede aportar en esta última etapa para desvanecer los temores infundados. Además de revisar las imprecisiones y errores en el discurso del candidato, y de revisar su historial de momentos ligados al entretenimiento, es momento de que las pautas se concentren en presentar las consecuencias de un posible gobierno de Trump, combinando los datos duros disponibles, con la proyección que permite la narrativa y el posterior efecto que puede tener en la conversación pública.

Emoción y razón pueden trabajarse en conjunto, para derrumbar la muralla que Trump construyó en la mente de los electores. Los periodistas como contadores de historias pueden aún guiar el relato y utilizar sus herramientas fiscalizadoras para aportar a que se detenga un descalabro en ascenso y aportar a que regrese el sentido común. La historia que cuenten, puede terminar cambiándola.