Publicado en Medium el 7/04/2017
El artículo del Poynter, firmado por Nikki Usher y titulado: “¿A alguien le importa la investigación en Periodismo? (En serio)”, asume la defensa de los profes, ante las críticas de quiénes ejercen el oficio periodístico y consideran que la investigación no está aportando cambios a la industria.
Comparto algunos puntos respecto a que efectivamente hay facultades y escuelas que hacen un enorme esfuerzo para la divulgación de su trabajo a audiencias más amplias que el círculo de pares investigadores. Pero creo que aún no es suficiente y a la vez entiendo las limitaciones.
Tener una estrategia y cuerpo profesional que se haga cargo de esa difusión es un lujo y habla de una universidad que entiende el valor social que tiene ese vínculo como también el rédito para el valor de marca de la institución, pero no todas las escuelas consideran ese costo económico prioritario o no cuentan con los recursos, dejando en manos de sus investigadores la responsabilidad de hacer la gestión comunicacional de su trabajo, muchas veces sin contar con el tiempo, ni los contactos, ni la experticia.
La iniciativa del docente es fundamental, pero para tener un impacto significativo requiere que las universidades consideren que su investigación debe llegar de forma directa a la comunidad y decida invertir en eso, para así entregar el soporte y logística que implica salir a hablarle a la sociedad, incluyendo la traducción a códigos masivos.
Que los profesores hagan su propia divulgación usando sus redes sociales, por ejemplo, es un aporte, pero es complementario. Excepto casos particulares como los Jeff Jarvis del mundo, es difícil que puedan alcanzar el impacto que ofrecen otros medios de comunicación masiva.
También hay un tema que no está tratado en la discusión que es clave: el aula. Eso sí creo que es responsabilidad individual de cada investigador que hace docencia y de las escuelas en su capacidad de construir currículos coherentes.
En muchos casos son los investigadores quiénes en una sala de clases traspasan conocimientos profesionales a quiénes luego formarán parte de la industria, ya sea en cursos teóricos, prácticos o teórico-prácticos.
Si el enfoque de la carrera de comunicación que se está construyendo tiene un perfil profesional, es decir busca que sus egresados hagan una práctica en la industria para considerar que tienen las habilidades para titularse y desempeñarse en el campo laboral; y sus cursos se centran en mayor medida en entregar esas competencias, es necesario y me atrevo a decir requisito que el docente que está en la sala sea capaz de construir los puentes entre el mundo de la investigación y el ejercicio práctico.
En el caso de los cursos teóricos, además de traspasar autores, desde aspectos tan básicos como el consumo activo de medios que permita refrescar el conocimiento teórico con ejemplos de la contingencia que resuenan en la experiencia cercana del alumno, que comparte con el investigador el rol de consumidor de medios, pero con una inocencia o menos herramientas de análisis profesional que las del docente, desentrañando los procesos profesionales que definen productos, rutinas o culturas que son susceptibles a ser objetos de investigación. También con investigadores conscientes y al tanto del aterrizaje práctico que tendrán los conocimientos entregados en los cursos siguientes que enfrentarán los alumnos.
En el caso de los cursos prácticos y teórico-prácticos, es donde creo que existe la mayor deuda y donde se establece una brecha entre ambos mundos, en las universidades donde se genera investigación. Si un curso requiere ejecución el desafío es sustentar con lo que aporta la ciencia de las comunicaciones las decisiones que se toman en el ejercicio práctico y apoyarse en esa ciencia para no acudir a las arbitrariedades y rutinas que la investigación estudia y suele criticar a la industria. Sólo un ejemplo, si trabajamos con pauta periodística, no podemos dejar de lado hablar de agenda setting, de framing, de audiencias, del aporte y relevancia social que tiene elegir un tema y cómo lo contamos, es en las clases donde hacemos el ejercicio práctico de la pauta, cuando las teorías creo también debiesen ser recordadas y mencionadas.
También clave, considero es que las investigaciones impregnen el currículo. Que las escuelas no sean como Carlos Caszely y sí estén de acuerdo con lo que piensan. A nivel estructural con un currículo que sea acorde a las líneas de investigación de sus académicos, y que los profesores hagan uso de las investigaciones que se generan en sus escuelas para informar sus clases. Lo que creo incluye a los docentes de un perfil profesional o no investigadores, pienso que hay una responsabilidad compartida entre el profesor y la escuela de que se genere en el aula a través de ejemplos, el diálogo y también un cuestionamiento consciente e informado entre la experiencia profesional y los resultados de la investigación académica.
La universidad como espacio donde se actualiza el conocimiento tiene a través de sus clases un vehículo para presentar los casos de estudio de las investigaciones como herramientas para aterrizar la teoría a los estudiantes. Dentro de la sala hay una enorme posibilidad de dotar de sentido a ambos mundos y de establecer los nexos necesarios para que los estudiantes sean capaces de ver las conecciones, de descubrir las propias y también de advertir contradicciones que ayuden a empujar los límites de exigencia a la investigación y a los conocimientos que se entregan en el establecimiento.