El remezclar de la fuerza

Publicado en Medium. 

No soy un fan acérrimo de Star Wars, pero me gustan. Valoro sobre todo que la saga la creó un tipo fanático de las carreras de autos y la velocidad, medio nerd, pero que soñaba con ser un James Dean, que hacía cortos raros y experimentales en su universidad y que en vez de carretear, los sábados por la noche se quedaba escribiendo en un cuaderno historias de personajes con nombres medio camp (Luke se llamaba Starkiller), que ocurrían en planetas inexistentes. En síntesis: un autor.

Me gusta que en las tres primeras se notan todavía las palabras escritas a mano en un cuaderno. Una nueva esperanza era una película por la que el estudio y sus colegas directores no daban un peso (excepto Spielberg que le hizo una apuesta por la que aún hoy recibe millones), ni siquiera George Lucas, lo que le entregó mucha libertad. Ahora la damos por hecho, pero en el cine de los 70 donde imperaba el realismo y la historia urbana, era una rareza.

Algo inexplicable que estaba en el límite entre la superproducción y el cine B, una línea que a Lucas le ha costado calibrar en su carrera, sobre todo como productor, muchas veces cayendo en el mal gusto y un humor sonso (La segunda parte de American Graffiti, el especial de navidad de Star Wars, Howard the Duck, la inclusión de Jar Jar Binks en el Episodio 1, etc…).

Eso a la vez implica un riesgo. Exponerse, jugársela por algo que puede ser tanto odiado como amado y con la primera trilogía de Star Wars le resultó, lo amaron. Ese es el juego, eso es ser un autor, enfrentarse desnudo y que te tiren tomates o que enganchen, pero en ningún caso dejar de explorar y de exponerse con honestidad.

Con la segunda trilogía le tocaron los tomates, pero no se puede negar que era una obra cargada por sus obsesiones e influencias. De él. Fue esa ausencia de temor ante el riesgo y lo inexplorado, lo que terminó impulsando la industria de los efectos especiales, a través de su empresa Industrial Light & Magic.

En cambio ahora nos enfrentamos a una película concebida para ser amada y el problema con eso es que no se atreve a correr riesgos, por lo tanto hay guiños, pero no coqueteo. Se siente tan familiar, que a ratos es como si la hubiésemos visto, aunque lo que presenta en pantalla es pragmáticamente nuevo, las estructuras y elementos sustanciales son los mismos. Es un espacio cómodo, pero que carece de sorpresa.

La diferencia está en la cadena de influencias detrás de la obra. El despertar de la fuerza es como un cover o un remix de las ediciones anteriores, hay una sola gran fuente de origen de la que se nutre y actualiza y reordena los elementos, pero al final estamos bailando la misma canción, con ciertos aspectos formales que dan cuenta de la mano del DJ, en este caso J.J. Abrams, que hace como nunca que las luces de colores se reflejen en los cascos de los stormtroopers y los sables en los rostros de los combatientes. Ok, sí, pinchó el disco con pericia, concretando una experiencia estética placentera y efectiva en sus ritmos narrativos, que se deja ver con fluidez, pero no compuso algo nuevo.

La primera Star Wars mezclaba el cine de Kurosawa, el teatro Kabuki, el cine clásico de aventuras rotativas como Flash Gordon, la pasión por la velocidad y estructuras mitológicas amparadas bajo la conceptualización de Joseph Campbell, entre otros elementos, que dan cuenta de un camino de formación personal, tan personal que hasta la, entonces, esposa del director se hace cargo del corte, porque nadie lo conocía mejor que ella.

Tampoco es necesario volver a inventar la rueda, pero cuando el objetivo es conquistar consumidores en lugar de corazones, incentivar a que los niños compren juguetes en lugar de que se entusiasmen a salir a explorar y vivir sus propias aventuras, es difícil sorprender, impactar y enamorar.

La cinta entretiene y a ratos encanta, pero no se sostiene sin sus predecesoras. Se habría agradecido algo de riesgo, cierto nervio que implique no concederlo todo, para que sea un universo que funcione bajo sus propias reglas narrativas y no las que podría esperar el público.

Es valorable una protagonista femenina y un elenco que como el original apuesta por la normalidad en los actores, no hay físicos privilegiados y los grandes nombres son de antaño, el resto está empezando a construir sus carreras, lo que es una estrategia brillante que creó el mismo Lucas, en las primeras cintas, para mantener la verosimilitud dentro de un mundo de naves y extraterrestres.

El despertar de la fuerza más que una película, es una experiencia popular con todos sus añadidos de merchandising. Es como quién baila una de sus canciones favoritas en una fiesta con sus amigos, sorprendiendo en algo a los más jóvenes, pero a la vez, dejando en claro que eso que ya fue, no les pertenecerá nunca como le perteneció a ellos.

No hay un verdadero despertar. La fuerza siempre estuvo ahí en la primera trilogía. Esta película la remece un poco, pero es ante todo una invitación para retornar y, en el caso de los nuevos espectadores, redescubrir el origen.

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Woody Allen

Para el primer número de la Agenda Rolling de Revista RollingStone que salió en julio de 2008, tuve el gusto de escribir un especial sobre el gran Woody Allen. La foto de la derecha es la portada que estuvo a punto de salir y que fue cambiada a última hora. Abajo encontrarán el especial que apareció en la revista, para verlo en grande hagan click sobre las imágenes.


Man On Wire

Versión sin cortes de la crítica al documental Man on Wire que apareció publicada en la edición del 19 de Marzo de 2009 del Km. 0 de Publimetro:

Pelada de Cable
Philippe Petit es un apasionado que tiene mucho de loco, obsesivo y criminal, lo que finalmente lo convierte en un artista. Su mayor acto se encuentra precisamente en ese límite entre acción delictual y obra de arte, justo al medio de las Torres Gemelas, entre las cuales este malabarista y equilibrista francés tendió un cable y se suspendió durante 45 minutos en 1974.
James Marsh, director del documental ganador del Oscar 2009, Man on Wire, nos muestra cómo se desarrolló este episodio, a través de material de archivo de primera fuente, entrevistas a los protagonistas y cuidadas recreaciones que se convierten en un retrato sobre la pasión y el liderazgo.La historia podría resultar inocente e incluso simpática, pero luego de la caída del Wall Trade Center, ese mismo apasionamiento se contrapone de manera silenciosa al de quienes originaron la muerte de las personas que dieron su último respiro el 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York. Sin siquiera nombrar ese hecho, cuando Marsh nos enfrenta al despliegue policial y al escándalo que provoca Petit sobre sus alambres, nos deja claro que hay crimines deseables.

Frost/Nixon


Reseña publicada en  Kilometro Cero.

La Complejidad de lo Simple

El periodista británico David Frost era conocido como animador de programas de entretenimiento, hasta el día en que vio la renuncia del presidente norteamericano Richard Nixon por televisión. Mientras el helicóptero del retirado mandatario se alejaba, Frost tuvo la visión que gatilló el hito más importante de su carrera: debía entrevistarlo y hacerlo confesar por el caso Watergate.

Frost/Nixon, nominada al Oscar y dirigida por Ron Howard (Una mente brillante, El código Da Vinci) en su faceta más académica, se luce al optar por perfilar a ambos personajes a través de detalles, en lugar de caer en recursos fáciles como la vulgar imitación u otorgar el peso de la historia al departamento de maquillaje.

Esa apuesta es determinante en la estructura de la cinta. El acto aparentemente más insignificante es capaz de acercarnos más a la verdad que los ya asimilados discursos oficiales y queda demostrado que cuando se trata de seres humanos las cosas son más simples de lo que parecen: un hombre que desea conseguir algo sentado frente a otro que no desea entregarlo.

Slumdog Millionaire/Vicky, Cristina, Barcelona

Publicado en 60watts.net.
La cámara viajera

Filmar en otro lado. Ser verosímil y armar una buena historia con una realidad ajena. Ese fue el desafío de ambas películas ganadoras en los Globo de Oro de este año. Slumdog Millionaire situada en la India y dirigida por el inglés Danny Boyle, que se impuso con el premio al Mejor Drama y Vicky, Cristina, Barcelona filmada en España, del estadounidense Woody Allen, triunfadora en la categoría Mejor Comedia o Musical.
La India y España son locaciones que se convierten en un personaje más de la historia, que la condicionan y a través de la forma en que los protagonistas viven determinadas emociones, queda expuesta la visión que tiene cada director del país escogido.
En Slumdog Millionaire, Danny Boyle muestra a la India como un lugar para sacar canas verdes a cualquier Servicio Nacional de Turismo. La pobreza conduce al engaño y a la delincuencia, los turistas son estafados, pero no se trata de maldad sino de necesidad, una crítica social con lugares comunes que esconde un tufillo de estigmatización.

Ese terreno en el que no existe la confianza, proporciona el espacio idóneo para el quiebre que da pie al argumento de la cinta. Jamal es un adolescente hindú que concursa en la versión local del programa “¿Quién quiere ser millonario?”, su participación excepcional genera suspicacias y es sometido a un interrogatorio policial en el cual la revisión del video sirve para profundizar en el pasado del protagonista y sus circunstancias hasta llegar al programa.
Un relato ágil, donde el desencanto es pan de cada día, por lo tanto la posibilidad de lograr cualquier meta implica un sacrificio: primero hay que ser torturado o embarrarse en mierda. Un ejemplo es la escena en la que Jamal debe lanzarse a un pozo de excrementos para conseguir el autógrafo de su ídolo bollywoodense Amitabh Bachchan y aún así su triunfo no está asegurado.
No obstante, en ese ambiente hay algo que no logra contaminarse, que se mantiene puro a lo largo de la historia y es lo que otorga honestidad a esta cinta. Se trata del amor de Jamal por la chica que lo tiene flechado desde la infancia. Un amor dispuesto a soportar todas las pruebas, porque es su motor, su oxigeno. Un amor tan obsesivo como necesario. Aunque Jamal sea joven, tenga un trabajo estable y la opción de buscar otra mujer en la que centrar su interés amoroso, no lo hace, porque ese amor es su único refugio, familia y patria.


En ese sentido se entiende y justifica la crudeza con que Boyle muestra la India. Exponer un espacio donde aflora lo peor del ser humano, permite que si en una persona nace un sentimiento de amor genuino, resalte como un cobertizo en medio de una tormenta, un cobertizo único, pequeño considerando su magnitud en el contexto social, pero más fuerte, porque en el amor de Jamal no hay espacio para consideraciones superficiales. Las inseguridades, el físico y toda clase de preocupaciones burguesas no tienen lugar cuando el amor es sinónimo de supervivencia.
En amplio contraste con las relaciones amorosas que Woody Allen plantea en Vicky, Cristina, Barcelona. Cinta en la que hasta el título suena a comercial turístico y en la que la ciudad aparece como un espacio de ensueño deudor del cine erótico, en el que están permitidas todas las fantasías. Evidencia de los prejuicios anglos respecto a la cultura hispano parlante.
Barcelona es el lugar para romper con la rutina, volverse loco y ser libre. El marco para que interactúen un lote de personajes que dan forma a la representación de una fantasía sexual, más que a una buena historia. Javier Bardem encarna a un tipo que no podemos más que envidiar, tiene a tres mujeres hermosísimas completamente locas por él (literalmente en el caso de Penélope Cruz) con las que se puede dar el gusto de mantener una relación paralela, es un artista que vive de sus pinturas con una holgada situación económica y le sobra el tiempo libre. El sueño de Woody, el sueño del pibe.

Tanto Bardem como sus tres “amiguitas”, las exquisitas Rebeca Hall, Penélope Cruz y Scarlett Johansson, representan a eternos adolescentes. Siendo la última un personaje que roza con lo caricaturesco en su constante búsqueda y experimentación que nunca llegará a puerto. Lo mismo ocurrirá con los otros personajes, ya que están determinados por su inmadurez y ligereza, por esa razón viven el amor como si se tratara de un juego.

Como seguidor de Woody Allen, lo que más me decepcionó de Vicky, Cristina, Barcelona, es que se tratara de seres chatos que no tienen por donde evolucionar, mientras los personajes de Slumdog Millionaire son niños-adultos, obligados a madurar por medio de cambios drásticos, los de Vicky, Cristina, Barcelona, son adultos-niños, que se pueden dar el gusto de sobredimensionar sus jugueteos para hacer más entretenida su existencia, pero que por lo mismo resultan irrelevantes al no ser capaces de desprenderse de los cánones sociales que consideran establecidos para ellos según la imagen que tienen de sí mismos.
Por lo tanto, la cinta no es más que un divertimento. Una acumulación de situaciones chistosas, diálogos simpáticos y chicas guapas. ¿Alguien dijo Morandé con Compañía al estilo Allen? Ni siquiera está presenta esa mirada aguda que a través del humor es capaz de expresar su lectura de la sociedad, un sello de Woody presente hasta en sus comedias más livianitas como Bananas.
Ambas películas, cada una en su estilo es un deleite para los ojos, la primera con una dirección de arte brillante en su capacidad de desarrollar la saturación de colores propia del cine de Boyle, con un ejercicio de observación y selección de elementos reales que la hacen creíble, mientras que Allen se luce con la elegancia en su estilo clásico y en mostrar a tres mujeres bellísimas más hermosas que nunca. Esto sumado a la notable banda sonora de ambas cintas las convierten en un ejercicio placentero para los sentidos.
Aún así, todo lo que Boyle ganó en densidad con la India, Allen lo perdió en Barcelona

Secuencia de Créditos 2008

Se acaba el año, otra película que se acumula en la repisa y revisamos los créditos finales. Desde esta trinchera hago mi recapitulación con lo más destacado que nos entregó la pantalla el 2008.

La Película: Petróleo Sangriento
 

P.T. Anderson apostó por una historia en la que el poder revela las miserias de un hombre. Un personaje que mientras crece en lo económico se va autoconsumiendo de rabia, interpretado por un Daniel Day Lewis que nos entregó la mejor actuación del año. Por su parte P.T. Anderson se luce como director de actores y genera escenas indelebles en la memoria, en especial cuando hace interactuar a Day Lewis con Paul Dano, responsable de un personaje cuya complejidad está en que debe afirmarse a sí mismo constantemente. Un predicador que para justificar su existencia esconde sus debilidades a través del discurso. El antepasado del Frank T.J. Mackey de Magnolia.
Esos caracteres, sumados a una resquebrajada historia familiar, la degradación asociada al transcurrir del tiempo y planos generales acompañados de música minimalista que representan una grandeza vacía y seca, permiten lecturas desde múltiples flancos, que hacen de Petróleo Sangriento una película de repetición obligada que se acomoda en la repisa al lado de clásicos como
Gigante de George Stevens.

El Director: Los Coen (Ethan & Joel)  

Si Sin Lugar para los Débiles funciona es por el tino de estos hermanos. Los tipos saben exactamente qué desean provocar con cada toma y nos suben a una montaña rusa con pequeños clímax que nos mantienen en un juego constante de tensión.
Lo más notable de la propuesta es lo poco engrupida que es la película. Todo ocurre en un mundo doméstico, real, donde la muerte convive con el humor. Hay escepticismo, los personajes están motivados por el beneficio personal y el final deja la sensación de que todo es un gran caos. Los Coen son maestros en el efecto bola de nieve y acá se lucen a destajo.

 


El Guión: Juno

Tengo ideas encontradas respecto a esta película, por un lado es una cinta oportunista y posera que se apropia de la estética indie para ocupar el espacio que dejó Little Miss Sunshine el 2007, pero cuyos circuitos de distribución y parafernalia publicitaria son las de un blockbuster. Sin embargo, tiene un guión con diálogos ingeniosos y por momentos inspirados, los personajes se vuelven entrañables y todo lo que tiene de sobrecarga y majadería en lo visual, contrasta con la honestidad con que están representadas las emociones y el espíritu adolescente. Aún cuando la historia se cae por momentos en un afán panfletario, que no es necesariamente malo, pero que resulta poco elegante en la forma que está planteado, al final lo que queda son esos momentos de pura humanidad que nos recuerdan nuestros días en el colegio y nos hacen enamorarnos de Juno MacGuff.

El Fenómeno: Batman The Dark Knight 

Hice una fila de tres pisos para ver esta cuestión y sí, está bien la película, me gustó, pero eso, nada más. Creo que la cinta le debió mucho a la bulla mediática que se produjo por
el fallecimiento de
Heath Ledger. Sin desmerecer su actuación que realmente es muy buena, me sorprendió que cuando apareció su nombre en los créditos la gente en el cine aplaudió.
La película al estilo de los westerns es sobre un bueno aproblemado y un malo, asquerosamente malo. También al estilo de los westerns por momentos la película se hace larga en sus escenas de acción y confusa en un montaje excesivo.
En fin, entiendo el entusiasmo de los fanáticos de la saga y reconozco la lograda ambientación y la excelente relectura del
Guasón, el verdadero protagonista de la película, que de todas maneras se merece el Oscar.

La Chilena: La Buena Vida


En primer lugar valoro la valentía de escapar de la estructura típica de guión para arriesgarse con una historia coral anticlimática, en el sentido de no hacer converger a todos los personajes en un gran momento. Funciona. La película pasa volando y el relato resulta creíble y entretenido.
No dejo de tener mis reparos con la dicotomía que establece
Andrés Wood entre cuicos y pobres, que ya planteó en Machuca. Los primeros son reprimidos, turbios y llenos de trancas, mientras los segundos son generosos, honestos y buenos. Por momentos eso le hace zancadillas a la historia, caricaturizando y deshumanizando a los personajes.
Pese a lo anterior, los personajes de
Wood son empáticos y están insertos en una narración en la que se ven enfrentados a sus carencias para evolucionar y terminar convertidos en mejores personas, lo que genera una sensación reconfortante en el espectador.
Escenas como la del peluquero tratando de reconstruir el cadáver de su padre son las que han hecho a
Wood un autor y un referente en Latinoamérica: la originalidad y la emoción en función de un buen cuento.


La de Monos: Wall – E


Hace algunos años decidí que las películas de monos eran para verlas en la tele si las pillaba por casualidad un domingo en la tarde en que no tuviera absolutamente nada más que hacer y en que el aburrimiento me estuviera consumiendo. Una decisión que reafirmé este año cuando sin opciones más tentadoras traté de ver en un avión esa tontera del Panda. Después de cinco minutos, me regaló un confortable sueño durante el vuelo.
En esa estaba, hasta que un día pillé en la tele
la del ratón que cocina y la encontré simplemente no-ta-ble, los tipos de Disney-Pixar habían logrado hacer un manifiesto del proceso creativo y la vocación con la simplicidad de lenguaje de los monos animados. Eso me impulsó a ver en dvd la del robot y confirmó mi apreciación. Disney mantiene esa cualidad de tratar temas grandes con dibujitos para toda la familia.
Con el mínimo de diálogos y explotando las posibilidades visuales de la animación actual, en sus primeros minutos la cinta hace uno de los retratos más conmovedoras sobre el comienzo de una relación que se ha visto hace un buen tiempo en el cine, digna heredera de las películas mudas de
Chaplin, para luego hacer una sátira (un poco gruesa, pero efectiva) sobre la alienación a la que nos conduce la comodidad y la dependencia tecnológica (paradójico en una película que le debe sus existencia a los computadores). Una obra maestra.

La que no se estrenó: Rocket Science
Una película chica que no llegó a los cines, que no encontré en los videoclubs y que finalmente vi en el cable. Es una producción de HBO con moral indie, sobre un adolescente tartamudo que tras la invitación de una chica se inscribe en el club de debate de su colegio para caer en un espiral de humillación y manipulación.
En una línea similar a la de
Thumbsucker, la cinta funciona como una historia de aprendizaje y maduración. Pero a diferencia de la mayoría de las cintas sobre adolescentes en las que hasta los adultos actúan como púberes, acá las cosas son más reales. Cuando el protagonista se manda cagadas, son cagadas y no actos de heroísmo ni mitificación. Lo anterior se debe a que la película aún cuando está centrada en el cabro chico, está narrada con la altura de miras de lo que vendrá después, del futuro, del mundo post colegio, de avanzar y no quedarse pegado, lo que queda sellado en una escena final entre el protagonista y su padre con uno de los mejores diálogos que he visto
este año en una película.

La Escafandra y la Mariposa.

Desde el otro lado

Tu vida está en su punto más alto. Eres el editor de la exitosa revista Elle, tienes buena pinta, te va increíble con las mujeres y puedes darte el gusto de hacer lo que quieras. Pero un día todo se desploma, quedas paralítico, pierdes la capacidad de hablar y tu ojo izquierdo es el único canal que tienes para comunicarte con el mundo.
Esa es la historia de Jean-Dominique Bauby, cuya experiencia inspiró el guión de esta cinta de ficción relatada en primera persona desde su perspectiva, con ironía y sin caer en trucos sentimentaloides. Lo anterior establece un tono de conmovedora sinceridad que paradójicamente termina reforzando el mensaje esperanzador que propone el filme.
En su película anterior, Antes que Anochezca, el director Julian Schnabel a través de la voz del escritor cubano Reinaldo Arenas, ya nos había mostrado su capacidad de crear pequeños momentos de luz en medio de la más terrible oscuridad: la que se produce cuando vivir se convierte en sinónimo de cautiverio. En esa línea, escenas como la de Bauby celebrando el día del padre con sus hijos en la playa, dan sentido al titulo de la película, porque nos revelan la posibilidad de ver una mariposa desde el vidrio empañado de una escafandra.

Más Lumet, afiches polacos y 12 Hombres sin Piedad

En la tele me encontré con un programa especial con rankings del American Film Institute que destacaba las 10 mejores películas de cada género. Entre esos estaba la selección de las 10 mejores cintas que ocurren en una corte de justicia, el listado lo pueden revisar en este link.
En un merecido primer lugar está Matar a un Ruiseñor, película que inmortalizó a Gregory Peck como el ejemplar abogado y padre de familia, Atticus Finch, basada en la conmovedora (y única) novela de Harper Lee. Aunque corresponde mencionar el primer lugar, espero en otra oportunidad escribir en extenso sobre esta tremenda película.
Por el momento, quiero destacar que Sidney Lumet estuvo presente dos veces en la selección del AFI, en el cuarto lugar con The Verdict (cuyo comentario pueden revisar en el posteo de más abajo) y en el segundo lugar con una peliculaza, 12 Hombres sin Piedad o 12 Hombres Furiosos, como reza su titulo original. Se trata de la opera prima de Lumet y es una joya por su guión y actuación.
Para la colaboración de la Rolling había alcanzado a escribir un microcomentario sobre esta película que finalmente quedó fuera por espacio, pero ahora lo comparto con Uds.
Dato: La imagen de la derecha, es el afiche polaco de la cinta. Últimamente me he topado con varios artículos que destacan el trabajo artístico de los afiches cinematográficos en Polonia, no hay duda de que son verdaderas obras de arte, los tipos hacen sus propias interpretaciones sobre el contenido de las películas para promocionarlas. ¿Qué mejor? Para ver más afiches directamente desde Polonia, aquí y acá.
 
12 Hombres sin Piedad:
 
La primera película dirigida por Sidney Lumet es una clase magistral de creatividad e ingenio para contar una buena historia. El filme da a conocer un juicio por parricidio, centrándose en la discusión que tienen durante horas encerrados en una sala los 12 hombres que forman parte del jurado, para determinar si el acusado es culpable o inocente. Películas como esta, son la clave para comprender que el buen cine no es el que cuenta con altos recursos de producción, sino que el poseedor de grandes ideas.